La tortuga protagonista del vídeo reposaba de manera plácida en la orilla de una playa hasta que, tras volver al agua y observar en sus demarcaciones a un tiburón, de pronto, se transforma en una "máquina de lanzar mordiscos". El escualo, que rehúye al quelonio, se quedó con los bocados de recuerdo en su cuerpo de torpedo.
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