Un rabino judío, Benjamin Blech asegura que durante los cuatro años que duraron sus trabajos en el Vaticano, el pintor y escultor trató de crear una especie de "puente" que uniera la Iglesia Católica con la fe hebrea, según recoge el Daily Telegraph . El resultado de sus investigaciones es un libro Los secretos de la Capilla Sixtina: Los mensajes prohibidos de Miguel Ángel en el corazón del Vaticano, que ya figura en la lista de los más vendidos del New York Times.
Blech, profesor de la universidad Yeshiva, y Roy Doliner, co autor de la obra y guía en el Vaticano, aseguran haber encontrado formas que corresponden a caracteres hebreos en la decoración de la Capilla Sixtina.
Por ejemplo, aseguran haber encontrado la letra guímel formada por las figuras de David y Goliath. Este carácter simboliza la fuerza en la cábala, una tradición de conocimientos esotéricos que busca conocimientos ocultos en los textos sagrados judíos. El hallazgo es discutible.
Blech fundamenta parte de sus conclusiones en el hecho de que todas las escenas representadas son del Antiguo Testamento: todos los personajes son judíos. "Lo que intenta decirnos es: ¿por qué hemos ignorado nuestras verdaderas raíces?".
Además, los autores creen que toda la capilla está construida según las proporciones del Templo de Jerusalén, algo que no es ajeno a la construcción de recintos sagrados en Europa.
La peineta
No todo es misticismo. La tensión entre Julio II y Miguel Ángel está bien documentada. Los autores señalan que el maestro retrató al papa en la efigie del profeta Zacarías y que uno de los ángeles situados detrás de él hace "un gesto extremadamente obsceno". Según Blech y Doliner, el dedo del querubín es el equivalente renacentista a mostrar el dedo corazón extendido.
Por supuesto las críticas llueven sobre el libro. No es una novela de ficción como El Código Da Vinci, de Dan Brown, así que los ataques son furibundos. Los historiadores alegan que Miguel Ángel no dejó escritas claves que indicaran la existencia de esos mensajes ocultos y responsables de los museos vaticanos subrayan que es imposible que el artista pintara nada sin el consentimiento papal.
FUENTE: Público
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