Está consiguiendo Jorge Fernández con Esta casa era una ruina (A-3 TV) una gesta que merece resaltarse: siendo un programa de asistencia a personas necesitadas, logra índices de audiencia extraordinarios. Esta semana les ha construido un centro de acogida a los niños del Colegio de Huérfanos de San Antonio de Benagéber (Valencia) que era para chuparse los dedos. Naturalmente hubo emoción y lágrimas. O sea, espectáculo. Pero era un espectáculo limpio. Todos los niños que vimos eran criaturas desgajadas de familias desestructuradas. Ninguno de ellos quería volver a su casa, por miedo a palizas, a malos tratos... ¡Ah! Esta misma realidad, en manos de algún otro programa, habría sido transformada en un mezquino festival de pico y pala. Hubieran ido con cámaras a enseñarnos la miseria existencial de sus padres, hubieran escarbado en esas vidas rotas y quebradas, y se hubieran regodeado del drama sin ética ni estética de ninguna clase. Jorge Fernández y su equipo, en cambio, no han entrado en ninguna de las vidas privadas. No han hecho de su desgraciada relación familiar una parada de circo para conseguir un morbo que impacte. Simplemente, han intentado mejorar su forma de vida, su día a día, su camino hacia una adolescencia normal. Además de lo del centro asistencial, nos han deparado también algún repunte de humor fantástico. Como esa salida en grupo a ver, primero, los animales del zoo, y acto seguido a visitar las instalaciones de A-3.
¡Ah, qué golpe: de la jaula de las bestias zoológicas a la jaula de los pájaros televisados! Interesante tournée: tiene un hilo argumental consecuente y hasta complementario. En el zoo, los niños disfrutaron mucho con los osos panda, los delfines y los elefantes. Pero en A-3 disfrutaron más cuando descubrieron, al pasar por la jaula de los informativos, a Matías Prats. Quedaron extasiados. Matías les dejó presentar un noticiario, como si fuera de verdad --lectura de telepronter incluida--. y los niños flipaban. Acabaron abrazándole, besándole, colgados de su cuello. Y en casa ocurrió entonces un suceso muy extraño: vimos que la moqueta de la zona del televisor estaba limpia y reluciente, sin manchas de sangre, ni lamparones canallas, ni impactos de basura desperdigada. No es lo habitual. Una rareza estimable.
0 frikicomentarios