Un año: 1974. Una persona: el príncipe Alfonso de Hohenlohe. Un destino: México. Hasta este país viajó, según relatan desde la organización de 'Marbella, cuna del pádel', que es como se llama el acontecimiento programado, para supervisar las instalaciones de un hotel que poseía allí el Marbella Club, a la postre clave en el germen de la invención del pádel. Durante su estancia contactó con un amigo, Enrique Corcuera, que al parecer disfrutaba de un terreno con una pared de frontón en la que había instalado una red de tenis y una valla metálica en ambos laterales simplemente con la intención de no dejar escapar las bolas y correr detrás de ellas.
Paleta de madera
Corcuera utilizaba para entrenarse una paleta de madera muy habitual ya en Estados Unidos. El príncipe tardó entonces poco tiempo en pensárselo y a su vuelta a Marbella copió la idea, aunque con matices. «Ni mucho menos era consciente de que todo eso se llamaría después pádel», matiza Juanjo Nieto, el director de Los Granados en Puerto Banús y primer monitor de este deporte. Fue suficiente con que en el Marbella Club, en dirección a la playa, se ubicará un terreno inservible encima de un depósito. Como no era aquello espacio para levantar una pista de tenis «y como tampoco los gestores de este proyecto se manejaban ni mucho menos bien en este deporte, más complejo», explica Nieto, se gestó entonces la primera pista de pádel.
El asunto evolucionó y ya no tenía tanto que ver con lo que el príncipe Alfonso de Hohenlohe había visto en México de la mano de su amigo Corcuera. La vallas metálicas serían paredes, con otra novedad: que la pelota rebotara en ellas formaría parte del juego. «Es curioso, pero las reglas, que en principio tuvieron como referencia el ping-pong, al mejor de 21 puntos, se fueron adaptando a lo que hoy en día es el pádel», recuerda Marie Noëlle Erize, relaciones públicas del club.
«Pero no podemos perder de vista en todo esto que esta gente no era consciente de lo que hablamos; era algo que sucedía, sin más», reitera Nieto: «En esta primera pista del Marbella Club, por llamarla de alguna manera, jugaban por así decirlo todas estas personas alegres del momento, con mucho dinero, que no sabían jugar bien al tenis y que tampoco estaban por la labor de enfundarse una vestimenta reglamentaria como manda la normativa de este deporte».
Que el proyecto diera el salto desde Marbella hasta Madrid era cuestión de horas. Motivos no faltaban. La afición que fueron engendrando personalidades de la jet-set de la primera ciudad significó el punto de partida para que esta actividad (porque todavía no podía considerarse deporte como tal) se propagara por toda la Costa del Sol hasta desembocar en la capital de España. A partir de aquí se internacionalizó la causa con la intervención de Julio Menditengui, amigo de Hohenlohe, que exportó el pádel a Argentina, donde hoy es el segundo deporte que más se practica después del fútbol.
Marbella se posiciona
«Ahora es el momento entonces de reivindicar todo esto, de que Marbella es la cuna del pádel; hay que posicionarse para que se tenga en cuenta», justifica Marie Noëlle. Marbella hará gala entonces de este papel que le reservó la historia con la sinergia de su condición en 2009 de Ciudad Europea del Deporte; aunque el objetivo de la organización es que el acontecimiento, que reunirá a algunos de esos primeros jugadores del Marbella Club con una selección de las principales figuras en la actualidad, tenga continuidad en el tiempo.
FUENTE: DiarioSur
Gracias, Gustav
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