El Oso Yogi se convirtió en un éxito instantáneo en 1958, cuando la serie empezó a emitirse en la cadena NBC. En aquellas fechas programadores y anunciantes se dieron cuenta de que la televisión atraía a los niños aún más que a los adultos, así que empezaron a encargar programas específicos para ellos, concretamente dibujos animados. Pero, al contrario de lo que sucedía en el cine donde Walt Disney manejaba grandes plazos y presupuestos, en la TV los márgenes eran pequeños, dados los altos costes de animar los dibujos, según cuenta Bob Chipman en The Big Picture.
Hannah Barbera (dos señores y no una mujer, como creíamos muchos) tuvo una idea revolucionaria: dotar de movimientos y expresividad las caras de los personajes y dejar los cuerpos estáticos, de modo que toda la carga de la animación recayera sobre los rostros. Para ello dividió el cuerpo de los personajes en dos partes bien diferentes: del cuello hacia los pies por un lado y la cabeza por otro. Y, en medio, la corbata, la pajarita o el cuello de la camisa. De este modo, los ojos y la boca de Yogi y Bubu gesticulan, dando la sensación de animación al resto de la escena, que permanece estática, como puede verse en este capítulo, “El toque Midas”:
Gracias a esta técnica de animación, el Oso Yogui logró emanciparse de su programa matriz, “El show de Huckleberry Hound”, y protagonizar su propio espacio TV. De la mano de Yogi, Hanna Barbera se convirtió en el principal estudio de animación televisiva de EEUU y exportó la reconocible técnica de animación a series como Los Picapiedra, Tom y Jerry, Don Gato, los Autos Locos, el Lagarto Juancho o Maguila Gorila…Todos ellos con su correspondiente corbata, cuello de camisa, pajarita o collar:
FUENTE: Strambotic
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