El 19 de febrero de 1980 aparecía muerto en su coche Bon Scott, ahogado en su vómito tras una descomunal borrachera. El australiano era el cantante de AC/DC, un grupo que, tras el éxito de Highway to Hell (1979), estaba destinado a reinar en el rock duro con su siguiente trabajo, que iba a comenzar a grabarse justo al día siguiente. Pero todo se fue al garete: “Nos vimos rodeados por el vacío”, comentó Malcolm Young, guitarrista, a la revista Mojo: “En el funeral el padre de Bon nos dijo: ‘No podéis parar, tenéis que encontrar a alguien’, y nuestro manager nos dio una lista de cantantes, pero no estábamos interesados. Pensamos que no podíamos reemplazar a Bon. Era único”. Pero los australianos son tipos duros, poco dados a la nostalgia, y dos días después del entierro Malcolm decidió que no se iba a “pasar todo el puto año lloriqueando” y llamó a su hermano Angus para ensayar. El 8 de abril, sólo seis semanas después de la muerte de Scott, AC/DC anunciaron a su relevo, Brian Johnson, un inglés de Newcastle con mucha experiencia sobre los escenarios, que en ese momento trabajaba en una fábrica de coches.
A finales de abril de 1980 AC/DC se fueron a grabar su séptimo disco con un nuevo vocalista y con el productor Mutt Lange, que repetía de Highway to Hell. El lugar elegido era, a priori, el menos adecuado para una panda de blancuchos heavies: Compass Point, los estudios de las Bahamas fundados por Chris Blackwell, el descubridor de Bob Marley y fundador del sello Island. El pegajoso calor caribeño, la comida isleña (basada en la carne de unos moluscos llamados conch que la banda detestaba: “Creo que hasta el café lo hacían con conch”, bromeó Angus), un entorno demasiado idílico para las sucias descargas rockeras de AC/DC… Todo conspiró para que las primeras semanas fueran improductivas, especialmente para un Brian Johnson abrumado por la responsabilidad de ocupar el lugar de Scott, no sólo cantando sino también escribiendo las letras. Pero un día ocurrió algo casi sobrenatural que Johnson se niega a explicar pero que le sirvió para ganar confianza y asegurarse de que tenía el “beneplácito” de Scott. ¿Se le apareció en las Bahamas el espíritu del cantante muerto? “Algo me pasó. No quiero hablar de ello, pero algo pasó y fue algo bueno”, contaba en el siguiente documental.
Poco a poco, los atómicos riffs creados por los hermanos Young (algunos, como el de Back in Black, provenientes de improvisaciones en pruebas de sonido de la gira anterior) fueron fundiéndose con la sección rítmica y con las letras y la voz de Johnson, y a las pocas semanas Lange y Malcolm Young se fueron hasta los hendrixianos Electric Lady Studios de Nueva York a mezclar un buen montón de himnos inmortales: Hells Bells, Rock and Roll Ain’t Noise Pollution, la lasciva You Shook Me All Night Long, o Back in Black, que acabaría dando título a un disco sin ninguna referencia a Bon Scott, ni siquiera un mísero “en memoria de”… Pero ya hemos dicho que estos tipos son reacios a sentimentalismos y, aunque no lo dijeran, todo el álbum es un homenaje a su colega: desde la negrísima portada -que tuvieron que pelear con la discográfica, que la veía poco comercial-, hasta canciones como Have a Drink on Me (Tómate una a mi salud).
Pese al desconcierto inicial de los fans, no pasó mucho tiempo hasta que Back in Black comenzó a sumar millones y millones de adeptos, convirtiendo a sus temerarios autores en las superestrellas que 30 años después siguen siendo, y quedando para algunos como su última explosión de genuino talento… ¿Alguno de vosotros piensa que después han sacado algo mejor?
Las campanas del infierno
Pocos discos tienen un comienzo tan descomunal e imponente como Hells Bells. Pero su gestación fue complicada, pues Johnson se bloqueó con la primera parte de la letra, hasta que Mutt Lange quiso ayudarle: “Se sentó conmigo, en ese momento empezó una tormenta con truenos y Lange propuso ‘rolling thunder”, ha contado Johnson en un documental: “A continuación se puso a llover y me salió: ‘pouring rain’, y Lange me dijo: ‘ya lo tienes”.
La campana no estaba prevista cuando se acabó de grabar el disco, pero en la mezcla Malcolm Young decidió que iría al pelo para abrirlo. El ingeniero Tony Platt se fue a Inglaterra a registrar la de una torre en Loughborough, pero había mucho ruido ambiente. Finalmente se encargó a una fundición una campana de tonelada y media con el logo del grupo en relieve, con el doble objetivo de grabarla para el álbum y de que después se convirtiera en parte del espectáculo en directo de AC/DC, como ha sido hasta ahora y como se ve en el vídeo que está justo sobre este párrafo.
FUENTE: La Información
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