Chavela no tuvo una vida normal, nunca la quiso. Grabó más de 80 álbumes que dieron una vuelta de tuerca a un género manido. Su voz, un regalo que nunca cuidó, ganaba con cada cigarro y cada trago, macerando de amargura los versos de sus canciones. Tragos que compartió con la generación de oro de México: artistas como Agustín Lara, José Alfredo Jiménez, Diego Rivera o su amada Frida Kahlo. A pesar de su longevidad el alcohol estuvo cerca de estropearlo todo. Vargas estuvo casi dos décadas alejada de los escenarios por sus adicciones. "Yo tomaba tequila, todo me lo tomé, por eso no quedó nada allá", confesaría después. En una ocasión, como cuenta en su libro Y si quieres saber mi pasado, su hermano intentó calcular todo el tequila que había bebido en su vida, llegó a los 40.000 litros, Chavela todavía tenía 78 años. Pero salió de aquello, se volvió a levantar y regresó. "Salí de los infiernos, pero lo hice cantando".
En 1961 el poeta Alfonso Camín regaló a Vargas los versos de Macorina, su primer éxito con una canción que hablaba de la seducción de otra mujer. La canción sería el primer triunfo de Vargas y lanzó su carrera. Su trayectoria estuvo llena de altibajos, de grandes momentos acompañados de épocas más oscuras. A pesar de ello nunca se alejó de sus amigos, los Almodóvar, Sabina, Serrat, Ana Belén... En 2004, la cantante se subió al escenario del Carnegie Hall para ofrecer uno de sus mejores recitales, un espectáculo cargado de pasión que recorrió lo mejor de su cancionero, un concierto que bien puede ser el mejor viaje por la obra de una mujer que vivió como si el mañana nunca fuese a llegar, como si la pena fuese el más bello sentimiento. "Piensa en mí cuando sufras, cuando llores también piensa en mí, cuando quieras quitarme la vida, no la quiero para nada, para nada me sirve sin ti", cantó en Piensa en mí.
FUENTE: Cadena Ser
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