En el 64 ella y su grupo de jubilados volvían de ver el museo de Pedralbes. Montse hablaba y hablaba y notó cómo esa mujer "más o menos de mi edad, pelo rizado y castaño, delgada, es lo que recuerdo", no le quitaba ojo. Hasta que se le acercó y le pidió hablar aparte. "Me pidió perdón por lo que me iba a decir y me contó que me había estado observando y que tendría que hacerme una analítica. Sacó un papel y anotó dos cosas. "Aún estás a tiempo", me dijo. Le pregunté qué me había visto y me contó que había tenido dos casos en su consulta con los mismos signos que yo, pero que en mí estaban aún poco desarrollados. Me señaló el labio inferior más grande, la nariz, las manos, me preguntó si había cambiado de tamaño el calzado y mis dientes separados. "Ah, no –le dije–, yo tuve los dientes siempre así". Y de los pies, no supe qué decirle, porque siempre voy con calzado cómodo. Estaba tan sorprendida que no le pregunté su nombre y ya bajaba en la siguiente parada".
En el trocito de papel que cree tener guardado por algún sitio, estaba apuntado hormona de crecimiento y somatomedina-C. "No me dio mal rollo. Era una persona agradable y educada que inspiraba confianza". Pero guardó el papel y lo dejó pasar. Un mes después pidió que le incluyeran ambos conceptos en la analítica de la revisión ginecológica anual. Todo bien. Salvo los dos extras: "Estaban muy alterados".
Su hormona de crecimiento triplicaba la actividad normal. Su ginecólogo le confesó que no sabía interpretarlo y empezó un peregrinaje por endocrinólogos y por internet. Así supo que no era ninguna tontería y que sus signos faciales y en manos y pies eran realmente sutiles y difíciles de interpretar como un tumor de hipófisis, lo que temía su ángel experto.
Una resonancia localizó un pequeño tumor de 7 milímetros en una glándula de apenas un centímetro de altura. "Era muy pequeño, pero estaba mal colocado, en la cavidad cavernosa, por donde pasan mil nervios y junto a la carótida. Así que cuando decidí en las manos de qué neurocirujano me ponía, este me dijo que me operaban ya, sin demora, porque había riesgos". Si esperaban, podía provocarle una hemorragia dentro del cerebro o ceguera, "como le pasó a un miembro de mi agrupación". Dudaba. Su hija pequeña se casaba en septiembre y le proponían operarse en junio. Y al final aceptó. La operaron por la nariz y todo salió bien. En septiembre hubo boda con una especial alegría por tanta suerte.
A Montse Ventura la conocen ya en varios hospitales como la mujer del autobús. Entre los expertos en hipófisis esta no es una historia extraña. "Muchos saben de su acromegalia, una enfermedad realmente rara, porque alguien le advierte de esos signos", explica la doctora Irene Halperin, endrocrinóloga en el Clínic. Estos tumores benignos se suelen detectar muy avanzados, cuando ya inciden en el corazón o los riñones. La hipófisis regula una larga lista de glándulas y fabrica la hormona del crecimiento y cuando un tumor la altera, suministra mucho más de lo necesario y agranda toda clase de tejidos. Cuando da la cara, a menudo las lesiones son irreversibles. Esta vez no.
FUENTE: LaVanguardia
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