Con quince años se convirtió en uno de los grandes personajes de la Movida madrileña (facción Alaska-Almodóvar), gracias a grabar «Groenlandia», una de las mejores canciones de aquellos primerísimos años 80. Bernardo lideraba un grupo estiloso, Los Zombies, modernos entre los modernos, pop posmodernista, quizá algo amanerado, pero de deliciosa factura. De hecho, entonces se contaba que Bonezzi se había criado escuchando a los ocho años a gente como Marc Bolan, Roxy Music, David Bowie...
Los Zombies duraron poco (casi todo duraba poco entonces), pero Bernardo entró en un mundo muy peculiar, el de la música para el cine, otra de las grandes predilecciones vitales y artísticas de Bonezzi. El primer paso, grabando la banda sonora de «Laberinto de pasiones», de Almodóvar, al tiempo que producía el disco «Almodóvar-McNamara», uno de los disparates musicales más inverosímiles de nuestro cancionero: «Gran Ganga, Gran Ganga, calamares por aquí, boquerones por allá...».
Música para la imagen
Amante de la creación de paisajes y ambientes, a Bernardo se le dio muy bien lo del cine: Gómez Pereira, Díaz Yanes, Enrique Urbizu, Icíar Bollaín y Pedro Olea. En la tele, también jugó con talento. Sin ir más lejos con un trabajo para un gran clásico, la banda sonora de «Farmacia de guardia» y trabajos con directores como Ricardo Franco, Miguel Hermoso, Iván Zulueta, Imanol Uribe o Alfonso Ungría.
Bernardo fue sido candidato al Goya en cinco ocasiones, y una de ellas, por «Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto», de Díaz Yanes, se llevó la estatuilla del genial pintor. En los últimos años se dedicó a la música instrumental con una trilogía dedicada a las horas del día, un empeño ambicioso y complejo que se tradujo en discos como «La hora del lobo», «La hora azul» y «La hora del té».
Hace ahora dos años y medio volvió a editar un disco cantado, «El viento sopla donde quiere». Y este 2012, hizo lo mismo con «La esencia de la ciencia», un título de pop estratosférico. Como estratosférico fue su talento sin fronteras, y una carrera tan poco habitual como deliciosamente trabada.
FUENTE: ABC
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